La Covid-19 ha transformado la «normalidad” de la vida cotidiana, no sólo en nuestro país, sino a nivel planetario. Se han dado cambios en los aspectos sanitario, psicológico, social y laboral, que implican la necesidad de readaptarse a una “nueva normalidad”.
En este escenario comienza la vacunación en los diferentes países, provocando diversas actitudes a favor de la misma, o en contra. Por un lado, la alegría, la euforia y el optimismo como una esperanza para volver a la “normalidad”; por otro, reacciones asociadas al miedo, desconfianza e incredulidad ante el cambio constante.
Según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el 69% de los latinoamericanos afirma estar dispuesto a vacunarse contra el 55% de los encuestados en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Sin embargo, el porcentaje de las personas que no se aplicarían la vacuna o no están seguras de hacerlo representa un tercio de la población en América Latina y un 45% en países de la OCDE.
En Bolivia, el Instituto para el Desarrollo Humano (IpDH- Bolivia) realizó un sondeo virtual a 845 personas acerca de su percepción frente a la vacunación contra la Covid-19, de las cuales el 64% estarían dispuestas a vacunarse, el 20% no están seguras de vacunarse y el 16% refieren que no se van a vacunar.
Entre los motivos por los cuales no se van a vacunar o no están seguros de vacunarse, más de la mitad refiere tener miedo a los efectos secundarios para su salud, y cerca de la cuarta parte afirma que le falta información. El 19% están convencidas de que las vacunas contra la Covid-19 no sirven, otras dicen ser inmunes o no creen en la existencia del virus (un 3%). Algunos afirman que la protección de la vacuna desaparece con el tiempo y que prefieren esperar una segunda o tercera generación de las vacunas.
La mayoría de la población está convencida de la eficacia de las vacunas que frenaron la propagación del sarampión o erradicaron a la viruela y la poliomielitis. En el contexto actual, parte de la población se cuestiona por el rápido desarrollo de las vacunas, su aprobación por los organismos reguladores y su aplicación debido a la emergencia sanitaria.
Una reacción psicológica asociada al rechazo a vacunarse contra la Covid-19 es el miedo a lo desconocido ante la celeridad de las vacunas. En este sentido, el temor es normal. Sin embargo, existen variables psicológicas y sociales que lo incrementan ocasionando ansiedad.
A nivel psicológico, las personas sienten incertidumbre por la información confusa que circula en las redes sociales. También influyen las experiencias previas con la Covid-19, si enfermaron, cómo sobrevivieron y la muerte de familiares o amigos.
Algunas personas se sienten atraídas por las teorías que niegan la existencia del virus. El movimiento anti vacunas se aferra a la religión e incluso denuncia, con discursos complotistas, que existen intereses económicos y comerciales “para establecer un nuevo orden mundial”. Este movimiento incrementa la incertidumbre en la población acerca de los riesgos de la vacunación o la inutilidad de la misma, sin ninguna base científica.
Es primordial que las campañas de vacunación sean transparentes, sensibilizando a la población sobre los beneficios de la vacuna, su seguridad y efectividad frente a los posibles efectos secundarios de la vacuna y cómo paliarlos. La información veraz va a reducir la ansiedad. Por ello, es importante verificar la información y buscar fuentes acreditadas para contrarrestar la información distorsionada.
Como personal de salud es importante brindar información de manera sencilla y simple, responder a todas las dudas y temores con empatía para que la persona tome la decisión de vacunarse y comprenda la importancia del bien común, tomando en cuenta el peso de la responsabilidad individual.
Lic. Nayra Rojas Escalier
La autora es psicóloga del Instituto para el Desarrollo Humano-Bolivia
Publicado en Los Tiempos, 20 de marzo 2021